Cecilia y Carolina, una amistad que traspasa lo cotidiano (Chile)

El afecto a Cristo se juega dentro de lo cotidiano

Intervención realizada por nuestra amiga Carolina Matus en la asamblea del Retiro de Cuaresma el pasado 3 de marzo, 2024.

Carolina Matus

“El acontecimiento cristiano es Dios que entra en la vida del hombre y en la historia. Yo soy cristiano porque él, Dios, está presente entre nosotros y estará presente todos los días hasta el fin del mundo…”, así nos testimonia don Giussani en el afiche de Pascua 2024.

Realizamos nuestro retiro de cuaresma el pasado 3 de marzo 2024 en la ciudad de Santiago de Chile, acompañados de p. Lorenzo Locatelli, sacerdote de la Fraternidad de San Carlos Borromeo, quien nos invitó a retomar las lecciones que p. Mauro-Giuseppe Lepori nos brindó para el retiro de los Ejercicios de la Fraternidad del año pasado como meditación para esta cuaresma.

Padre Lorenzo comenzó diciéndonos: “Si la semana santa tiene como punto de llegada la Pascua y la Resurrección, la cuaresma es estar llamados a vivir una adhesión más grande a Cristo que nos empuja a abrirnos”, y decía: “pero, ¿Cómo podemos conocer más a Jesús?, a través de un camino que transforma todos los caminos de la vida, como un amor que lo transforma todo, se trata de un camino que se vuelve obediencia, como lo fue para Jesús”. Haber escuchado estas palabras me ayudaron a darme cuenta de cómo se descubre en la experiencia el valor de que exista un “camino” que se transforma en “obediencia” y de “cómo el afecto a Cristo se juega dentro de lo cotidiano” porque es esto lo que ayuda a mi libertad a que pueda abrirse a un afecto más grande para poder descubrir lo que hay en el fondo de la realidad y abrazarla. Una de las cosas que me educa en el camino de este conocimiento, es la experiencia de la caritativa, donde acudo desde hace algunos años a la cárcel de mujeres.

Hace 6 años, junto con mis amigas del movimiento asumimos el riesgo y la aventura de acompañar a algunas mujeres que cumplieron su condena y que en el presente viven constantemente el desafío de poder reinsertarse dentro de la sociedad. Una de ellas es Cecilia, persona que después de haber salido de la cárcel desafió toda su discapacidad y la posibilidad de volver a delinquir para apostar por un camino nuevo y encontrar, gracias a una fundación, un lugar momentáneo que la ha acogido para vivir y trabajar.

A fines del año pasado, nos pidieron de parte de la pastoral carcelaria católica, poder acoger en esta misma casa a otra ex interna –Rosario- que necesitaba un alojamiento también momentáneo. Ella, al igual que Cecilia, una vez cumplida su condena había apostado toda su libertad para poder estudiar una carrera y empezar su vida desde cero. Se tituló de Técnico en Enfermería y ahora se preparaba para otro desafío, especializarse en conocimientos de arsenalería quirúrgica.

Cuando uno está dentro de la cárcel, lo que menos hay entre las personas es el diálogo. La mayor parte del tiempo se relacionan de forma violenta con agresiones físicas y verbales y, lamentablemente, nuestras amigas llevan aún dentro de sí esa huella. Una vez instalada nuestra amiga Rosario en casa de Cecilia, y después de dos meses de vivir juntas, comenzaron los problemas de convivencia. Un fin de semana de febrero pasado, por razones de problemas domésticos y por una falta de diálogo entre ellas, habían comenzado a discutir llegando así al extremo de agredirse mutuamente. Se pusieron a pelear, se tiraron el cabello, rompieron sus celulares, la pantalla de la televisión y otros artefactos domésticos. Al despertarme ese sábado por la mañana, visto que siempre acostumbro dejar en silencio mi celular hasta el otro día, comencé a revisar los mensajes y a darme cuenta que tenía reiteradas llamadas perdidas, eran de Cecilia, de Rosario, y de otras personas cercanas. Los mensajes decían que la agresión entre ellas había escalado a tal punto que había sido necesario acudir a carabineros (la policía) para separarlas y que era necesario encontrar una pronta solución. ¡Qué problema se presentaba esa mañana! Tenía dos alternativas, o hacía vista gorda de la situación y me excusaba con cualquier razón para evadir lo que estaba aconteciendo u obedecía a la provocación de la realidad.

Cuando estuve decidida a enfrentar la situación y a dirigirme al lugar donde estaba sucediendo todo me dije: “pero esta situación no la he provocado yo y, sin embargo, me siento llamada a responder. No sé qué quieres de mí Jesús, pero te lo ofrezco, voy, pero Tú hazte presente y ayúdame”. Al cabo de unos minutos recibí la llamada de Sandra, una amiga de la caritativa que se ofreció a acompañarme. Para mí esto fue el primer signo evidente que me decía que no estaba sola. El segundo signo fue el llamado con carabineros para dialogar sobre la situación e intentar encontrar una solución. Lamentablemente, una de las dos tenía que abandonar el lugar ya que la otra alternativa era llevarlas detenidas a las dos, y esto era demasiado triste por todo el camino que habíamos conseguido avanzar con Cecilia y por el esfuerzo que Rosario había puesto en sus estudios. Finalmente, ese mismo día encontramos otro lugar de acogida para Rosario.

Lo que me da paz en lo que vivimos ese día, dificultades y cansancio, es que con Sandra lo dimos todo, no tanto por querer resolver la vida de Cecilia y de Rosario – que evidentemente es algo imposible - sino más bien por el deseo de acompañarlas y sostenerlas en esos momentos tan convulsos que vivieron. Para mí se hacía evidente el significado de obedecer a la realidad, esa realidad que nos produce tanto vértigo con el solo hecho de pensar que tenemos que enfrentarla. Pero ese día no obstante el vértigo y el cansancio que sentíamos, una cosa era clara, estábamos llamadas a responder al Misterio que se hacía particularmente presente en esa situación, a través del rostro y compañía de Sandra, del juicio claro de mi amigo Bolívar que tenía sobre cómo enfrentar la situación, en el criterio del carabinero, que, dada la complejidad de la situación, tuvo la benevolencia de no llevarlas finalmente detenidas, y a las personas que nos permitieron encontrar un lugar para Rosario.

Al término de esa intensa y larga jornada, no quise pasarla por alto, quería descubrir su significado y el nexo con la cuaresma. Me di cuenta que, si uno se deja provocar por la realidad, como decía p. Lorenzo en el retiro, descubre ese Amor que lo transforma todo, acontece lo que dice don Giussani, todo lo que sucedió no es más que una muestra de que Dios, el Misterio, efectivamente entra en nuestras vidas y en la historia para hacernos compañía permaneciendo con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, “está porque actúa”. Solo así con esta evidencia en mi corazón todo se vuelve una Unidad conmigo misma, con el movimiento, y la Iglesia.