Chile. Donde la dignidad se hace costumbre
Después de un año lleno de protestas en las calles, la comunidad de CL se reúne para las vacaciones de verano. Unos días en compañía de Beethoven, el Innominado y la misionera Karoline Mayer, para volver a sorprender una nueva manera de estar juntos«¿Que si volveré?», respondió el innominado. «Aun cuando vos me rechazarais, me quedaría porfiado a vuestra puerta, como un mendigo. ¡Necesito hablaros!, ¡necesito oíros, veros!, ¡os necesito!». Siguiendo las sugerentes palabras del Cartel de Navidad de 2019, celebramos nuestras vacaciones alrededor de doscientas personas de la comunidad de CL en Chile, del 1 al 6 de febrero en Osorno, al sur de Chile.
El año pasado estuvo marcado por la exigencia de justicia en nuestro país, un reclamo por la descarnada desigualdad social de Chile, y las calles se llenaron de consignas que expresaban «hasta que la dignidad se haga costumbre». Sin duda, ha sido un año que a todos nos ha interpelado, pues somos parte del deseo de ser hombres y mujeres dignos, más allá de lo que proponen los medios, los políticos y cualquier respuesta populista. En medio de esta turbulencia nacional, en las vacaciones se nos puso ante los ojos la frase «Donde la dignidad se hace costumbre». Una frase desproporcionada, quizás pretenciosa, incomprensible, si no fuera por el contenido y la razón que están al centro del encontrarnos: la única respuesta que el corazón ansía sin descanso. No somos nosotros quienes construimos la dignidad humana, sino que nos ayudamos a ver la profunda necesidad que tenemos de una respuesta no engañosa, que perdure, que no nos calme; al contrario, que nos mueva cada vez más. Este fue el contenido de nuestras vacaciones, por ejemplo, a través de la vida de Beethoven, a quien hemos escuchado guiados por amigos que estudiaron su vida y obra. ¡Cómo no conmovernos ante alguien así! Un hombre lleno de límites y fragilidades, y, al mismo tiempo, “poseído” por una genialidad desbordante, que ha dejado a la humanidad una herencia de belleza incalculable.
Por otra parte, para comprender las palabras del Innominado de Manzoni, hemos podido profundizar en su libro, para entender que las obras clásicas son aquellas «que hablan de nosotros mismos con ojos nuevos y más profundos». El abrazo que Manzoni describe, entre el corazón mendigo deseoso y la misericordia, nos describe a todos nosotros, nos da esperanza de ser siempre rescatados a través de un abrazo que nos haga descubrir quiénes somos, sin censurar nuestro mal, sin escándalo de lo que somos, pero abrazados por el Bien.
Una pareja de amigos, nos presentó la vida de Karoline Mayer, religiosa misionera de la Congregación de las Siervas del Espíritu Santo que llegó a Chile en los años sesenta desde Alemania. Ella es un icono de la búsqueda de la justicia social, crítica de nuestra indiferencia y desidia; una luchadora incansable por los más vulnerables a través de la Fundación Cristo Vive, institución dedicada a la salud familiar, discapacidad, rehabilitación y formación profesional dirigida a jóvenes y adultos de las distintas comunas de Santiago. La obra de Karoline Mayer nace de una fe concreta y operativa, con las manos puestas en el trabajo continuo y sacrificado. Sin embargo, lo que ella destaca de su propia vida no es toda la inmensa labor que ha realizado, sino el descubrimiento más profundo de su corazón: Cristo no nos llama a “hacer” sino a “amar”, Cristo no pide “hacer cosas” sino amarle y, en Él, amar a otros. Él simplemente ama a la persona que somos, sin condición de nuestras obras.
Conocer la vida de esta mujer, ha sido un anticipo de aquello que es la dignidad: un amor que descubre lo que somos, más allá de lo que hacemos.
En estos días al pie de la montaña, fuimos parte de una belleza que podría ser ya sabida, pues ya conocíamos esta forma de encontrarnos, esta forma de cantar, ciertas palabras ya nos son familiares. Y, sin embargo, todo ha sido una sorpresa, todo ha sido novedad para los más antiguos y los más jóvenes. ¿Por qué volvemos a encontrarnos en las vacaciones? Fue la primera pregunta que nos hizo el padre Lorenzo Locatelli en la introducción. ¿Por qué hacer el sacrificio de un viaje largo, invertir tiempo y dinero que podríamos usar simplemente en descansar? Porque somos como el Innominado de Manzoni; necesitamos oírle, necesitamos verle; necesitamos estar como mendigos a la puerta de esta promesa siempre nueva.