Otro Fuego
Me he conmovido caminando por las calles y escuchando las historias de amigos que se han involucrado en el movimiento social."Chile, la alegría ya viene", cantaba la publicidad que con la cual a finales de los Ochenta se pedía la democracia.
Pero la alegría no llegó. ¡Qué desilusión! Llegó la democracia, han llegado los rascacielos, ha llegado la posibilidad de estudiar en la universidad. Sin embargo, la la alegría, ¿a dónde se fue? Los días corren uno tras otro, entre viajes en metro, compras en el supermercado, estudio, trabajo. Y en los corazones se insinúan la rabia, el dolor, la desesperación. Porque, ¿dónde está el significado de las cosas que se hacen? La desilusión que crece, más o menos escondida en los corazones de la gente, día tras día, encendió de fuego mi ciudad, en las calles, las estaciones del metro, los supermercados.
Me he conmovido caminando por las calles y escuchando las historias de amigos que se han involucrado en el movimiento social. Temblé mientras una querida amiga me contaba sus noches sin dormir para preparar los pendones para la marcha, y recordaba cuánto había arriesgado, estando en la primera fila, cuando los militares avanzaban con las armas que la apuntaban. Yo también me habría lanzado a gritar junto con la multitud, a hacer los cacerolazos alrededor de las barricadas, si no hubiera recibido la gracia de haber sido encontrada y salvada por otro fuego: "Yo vine a traer el fuego sobre la tierra; ¡y cuánto desearía que ya estuviera encendido"! (Lucas 12, 49).
Durante los últimos años de la media, y en particular en los años de la universidad, precisamente el momento en que el corazón se enciende de deseos que exigen la totalidad, encontré a los sacerdotes de la Fraternidad y a los amigos del Movimiento que me han salvado, porque con ellos he descubierto la posibilidad de una vida nueva. La alegría ya ha llegado. La alegría está aquí. La alegría se hizo carne 2000 años atrás. La alegría ha llegado incluso a las fronteras de América Latina.
¡Cuánto sufren las personas y los pueblos que no conocen a Cristo! Es éste el fuego que yo quiero encender en las estaciones del metro y en las esquinas de las calles. Es éste el fuego que debe estallar en la tierra: yo también quiero ser parte de ello. La multitud que lo enciende es el pueblo de los santos, la multitud de los mártires. Por esto deseo crecer en santidad, para mí y también para todo mi pueblo. Chile, en el fondo, ante todo necesita a santos, porque a través del corazón de los santos, Cristo puede entrar en la profundidad de mi tierra.