Padre Baldo Santi
La vida y obra
Su hogar fue más bien modesto, situación que se vio agravada por la guerra. Sin embargo, los recuerdos que él compartía con nosotros acerca de su infancia eran los de un niño alegre y muy feliz del lugar donde vivía.
En el mes de noviembre de 1933 se produciría el hecho que signó su vida: teniendo 12 años, ingresó al Colegio del Santuario de la Virgen de la Estrella de Migliano -de los clérigos regulares de la Orden de la Madre de Dios-, un internado para seminaristas.
El 21 de noviembre de 1940 hace su Profesión, pasando a formar parte de la familia religiosa de la Orden de la Madre de Dios, y el 20 de abril de 1946 es ordenado Sacerdote.
Recién ordenado y con un deseo de consagrar su vida al servicio de los demás, se entera de la petición que el Nuncio Apostólico en Chile le había formulado al Superior de la Orden en el sentido de poder contar con religiosos para apoyar el trabajo pastoral en este país. No lo dudó un instante y se puso a disposición de su Congregación.
Su viaje a Chile
El 12 de noviembre de 1946 se embarcó desde Nápoles, en un viaje que concluyó en Rio de Janeiro, luego de 32 largos días. Se trasladaron en avión a Buenos Aires, y de ahí, a Mendoza, para tomar el tren Transandino hacia Santiago.
El 17 de diciembre llegaron a la Estación Mapocho seis sacerdotes de la Orden de la Madre de Dios, entre los que se encontraba el Padre Baldo Santi.
El 21 de diciembre de 1946, en la Estación Central, tomaron el tren que los llevó a Rancagua, y el 23 de diciembre llegaron a su destino: Quinta de Tilcoco.
La forma como los Padres Baldo Santi y Mario Ferocci realizaban su ministerio y la evangelización no "sintonizó" con la manera en que se desarrollaban en las capillas de los fundos de Quinta de Tilcoco. Por tanto, fueron enviados a Santiago.
En la Capital los recibió el Cardenal José María Caro, quien les ofreció una capilla en la zona poniente, en la calle San Pablo, a la altura del 5.500, pasado Radal. Esa capilla fue consagrada a la Virgen de Guadalupe, de la cual era devoto el Padre Baldo. Tomaron posesión de ella el 15 de agosto de 1947, en la fiesta de la Asunción de la Virgen María.
Relato lo anterior porque no se entendería la gran obra del Padre Baldo Santi sin pasar por estos inicios de servicio a los más pobres y necesitados de nuestro país.
Su gran obra de caridad
Empezó su labor implementando la Acción Católica en la parroquia, donde llegaron a participar más de 400 jóvenes.
Al comenzar ellos a practicar deporte, se propuso, conforme a la que sería su mayor característica -hoy se piensa en una determinación semejante como algo insólito-, la construcción de una cancha de hockey en el patio del recinto. Los patines los consiguió en Italia, y, para financiar las actividades, creó una fábrica de baldosas con el aporte de un amigo que le donó el molde y el de otro que le regaló una prensa artesanal.
Pero requería capital, y entonces fue al Banco Sud Americano para solicitar dos préstamos, motivo por el cual se puso en contacto con el dueño, don Carlos Vial Espantoso, a quien le señaló que el primero era para construir la cancha, y el segundo, para levantar la casa de los sacerdotes. Cuentan que don Carlos le preguntó cómo los devolvería, a lo que el padre Baldo contestó: "Lo que tengo claro es que se pagarán en su totalidad, chaucha a chaucha". No explicó nada más.
Al cabo de dos años estaba todo cancelado. El Nuncio Apostólico, enterado de la acción de los religiosos y luego de visitar la iglesia, consiguió que el Arzobispado de Santiago se hiciera cargo del 50 por ciento.
Para el padre Baldo no era suficiente el trabajo con los jóvenes. Con el apoyo de estudiantes de las Universidades de Chile y Católica, realizó una encuesta, casa por casa de la población Simón Bolívar, cercana a la parroquia, para que fueran los propios vecinos los que fijaran la prioridad de sus necesidades. Así nació otra de sus obras: la Escuela Industrial Simón Bolívar, dedicada a la formación en mecánica, rectificación de motores y fabricación de muebles. La maquinaria la consiguió con donaciones europeas y parte de los profesores eran importantes empresarios y académicos.
Cáritas Chile: 48 años de fecunda labor
En 1956 se fundó Cáritas Chile, cuyo primer presidente fue Monseñor Raúl Silva Henríquez, quien invitó al padre Santi a colaborar.
Comenzó, así, una fecunda labor de caridad, asistencia y ayuda a los más necesitados de todos los ámbitos y lugares. Para los niños de los obreros se formó el Departamento de Colonias y Campamentos. Para apoyar la adquisición de viviendas se establecieron las asociaciones de ahorro y préstamo. Surgió el Instituto de Viviendas Populares (INVICA). Se incentivó el cooperativismo creando Unicoop. Se impulsó la participación organizada de la mujer al fundarse la Unión de Centros de Madres de Santiago.
El 11 de octubre de 1960, el padre Baldo asumió como Vicepresidente Ejecutivo de Cáritas Chile, luego de registrarse el terremoto de mayo del mismo año, que azotó con especial crudeza el sur del país. Su capacidad organizativa y temple fueron puestos a prueba. Se trasladó a la zona y desde allí implementó la estrategia de auxilio, mientras el Cardenal Silva Henríquez conseguía ayuda en Europa y América. Habiéndose registrado más de 4 mil casas destruidas y alrededor de 18 mil 999 personas sin hogar, la asistencia y la reconstrucción desde Cáritas Chile fueron notables.
La misma reacción inmediata tuvo el padre Santi para colaborar ante las inundaciones de los años 1965 y 1972, los aluviones de 1985 y 1986, y, principalmente, el terremoto de 1985, que transformó a Cáritas Chile en el centro de la recepción del aporte internacional y en el organismo que implementó la reconstrucción.
Su tenacidad y carácter permitieron a muchos campesinos ver reconstruidas sus casas de adobe y no recibir una mediagua, como muchos sugerían. Afirmaba que la dignidad de ellos era preciso respetarla y no modificarles su hábitat.
Sin quedarse solo en la ayuda, también contribuyó a la promoción humana. En 1961 creó la Cruzada del Servicio Voluntario de Cáritas, que luego pasó a llamarse "Escuela Nacional" (ENAC).
El año 1974 integró el naciente Comité Pro Paz. Prestó, junto al Cardenal Silva Henríquez, un importante apoyo a los internados en distintos centros de detención, como el Estadio Nacional y Pisagua.
Estableció la Fundación Civitas, donde congregó a importantes profesionales y jóvenes con los que implementó proyectos formativos y de desarrollo, realizando una fructífera labor. Desde ahí creó el Centro Cultural El Ágora, residencia de estudiantes universitarios y lugar de desarrollo y capacitación. A lo anterior se agregó el Instituto para la Transición (ISTRA), que benefició a miles de jóvenes. Por su parte, el programa de Donación de Órganos, instaurado en el año 1995, llegó a registrar más de 15 mil donantes voluntarios.
Organizó en el país el Movimiento Católico Comunión y Liberación, y editó por más de 12 años la revista CL, cuya labor formativa y de transcripción de los más importantes documentos de la Iglesia aún es valorada.
Quizás su obra más querida -y sufrida, diría- fue la Clínica Familia y la Fundación para la Dignidad del Hombre, que instituyó en el año 1966, entidad pionera en Chile en el cuidado y orientación de pacientes terminales de sida y de cáncer y su entorno familiar.
Recuerdo su dolor ante el rechazo por la ubicación del establecimiento, ya que iba de barrio en barrio tratando de adquirir casas y era insultado por vecinos que no aceptaban a quienes padecían el primero de esos males.
Tengo presente una anécdota de carácter casi personal, ya que me confidenció el caso de una embarazada enferma de sida -con posterioridad falleció- que había sido abandonada por su familia y a quien llevó a uno de los tantos centros cercanos a Santiago para que pudiera tener su guagüita, mientras se encontraba un lugar adecuado a fin de criar a esta última. El lugar adecuado, en definitiva, fue la casa del padre Santi. En esa época, las personas con dicha afección y los homosexuales eran rechazados totalmente, y él le abrió sus brazos a la mujer ante ese hecho y la debilidad en que esta se encontraba.
Recorrimos juntos muchas veces la Clínica Familia y observé el orgullo que le despertaba. Es preciosa y digna, impulsada a fuerza de cariño. Como buen italiano, consiguió obras de arte para adornarla. En su interior -nos acompañan algunos de sus funcionarios- se respira paz, cariño, respeto. Pidió que sus restos también estuvieran ahí. Consideró en ella lugares lindos, como un parque. La experiencia me impactaba, porque, al pasar por las distintas habitaciones -son individuales-, vi a personas de los sectores más pudientes que habían sido rechazadas por sus familias y acogidas por el padre Baldo Santi.
Como Ministra de Justicia, lo atendí en numerosas oportunidades. Me pedía audiencias urgentes, y si no lo recibía, irrumpía y abría la puerta, no más. Ello obedecía a que, en conocimiento de que en la cárcel había un enfermo terminal de sida a quien le quedaban días de vida, quería pedir, por la dignidad de ese ser humano, que este pasara sus últimos momentos en una clínica, con su familia.
Entonces, uno percibía a un hombre con dedicación; con amor por los más postergados, por los más invisibles, por los niños. Los Senadores representantes de la Sexta Región conocen muy bien Quinta de Tilcoco y la obra con los pequeños abandonados. El padre Santi me mostraba la tarea que se hacía allí para la adopción, luego, de los más grandes. Es una labor preciosa por todos ellos, a la cual impuso un sello de dignidad.
Son muchas las obras. Son muchas las acciones. Es muy abundante el testimonio que uno puede dar de lo realizado en el país por el padre Baldo Santi, quien señalaba hace algunos años: "Mi sacerdocio coincide con este proyecto, con esta vida y esta pasión por Cristo, para depositarla en el corazón de todos los chilenos por medio del Evangelio, de la Misericordia y la Caridad". Fueron 66 años de fecunda vocación sacerdotal.
Con mucha emoción, rememoro nuestras conversaciones, en su casa o en la mía; sus consejos; su opinión, franca y sincera, a veces en tono marcado. Porque era firme: a una la retaba también. Pero siempre estaba presente. En las situaciones más difíciles hacía llegar sus cartas -las atesoro como un valioso recuerdo-, para entregar siempre una palabra oportuna, cariñosa, esperanzadora. Todos sufrimos, con frecuencia, en esta vida política tan intensa. Tenía ese gesto humano, tan valioso.
Siempre expresaba: "Mis principales guías han sido el Evangelio, la Constitución de nuestra orden y la doctrina social de la Iglesia". Pero no se privaba de identificarse como un profundo admirador de Luigi Sturzo, de Alcide De Gasperi y de Giorgio La Pira, respecto de quienes manifestaba que "demostraron que no hay separación entre fe y política" -le agradaban mucho los católicos que se involucraban en la vida política- y que "No había que olvidar que De Gasperi, junto con Adenauer y Schuman, fueron los gestores visionarios de una nueva Europa económica y política".
Fue un sacerdote integral, a tiempo completo; un hombre alegre, deportista, de carácter, pero de una infinita ternura y caridad.
El padre Baldo fue, sin duda, un realizador, un constructor de obras para los demás, con un gran corazón, lleno de ideales, o, más bien, de un Ideal: el de la fe en Jesucristo.
Comparto profundamente las palabras pronunciadas por el Nuncio Apostólico, Monseñor Ivo Scapolo: "Es una ocasión para agradecer al Señor todo el bien, toda la santidad que le ha concedido a la Iglesia y al mundo a través del testimonio, muy concreto, muy dinámico y valiente, del padre Baldo".
Hoy rendimos en esta Corporación un justo homenaje en memoria de este gran sacerdote, italiano y chileno; de este hombre bueno, amable, sabio y gran amigo, a quien recordaremos siempre por su testimonio de vida y, por cierto, por sus múltiples obras.
¡Padre Baldo Santi, gracias por tu amistad, por tu ejemplo, por tu compromiso!
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